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Cuidar del cuidador (Parte 1)

Publicado por en 7 Jun, 2013 en Noticias | Comentarios desactivados en Cuidar del cuidador (Parte 1)

Durante los próximos días vamos a tratar un tema de máxima importancia. Cuidar bien de la persona que nos necesita es muy importante, pero si no cuidamos de nosotros mismos, muy mal vamos a poder cuidar de otros. Por eso vamos a dedicar nuestros 3 post siguientes para tratar de ayudar a los cuidadores a llevar una vida mejor y que por consiguiente hagan también mejor su trabajo.

Cuidar de una persona con alzhéimer o demencia puede ser todo un reto y, a veces, sobrecogedor. La frustración es una sensación válida y normal que responde a las dificultades de ser un cuidador. Mientras la irritación puede ser parte del día a día del cuidador, sentir demasiada frustración puede ser malo para él y la persona cuidada. La frustración y el estrés pueden tener un impacto negativo un tú salud física o hacerte ser agresivo con aquellas personas a las que quieres. Sí la situación de cuidador te está causando extremada frustración o ira, a lo mejor deberías explorar nuevas técnicas para hacerlas tuyas y conseguir estar mejor.

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Cuando estás frustrado, es importante que diferencies entre: ¿Qué puedes hacer y qué no para cambiar esta situación? Muchas veces sale la frustración e intenta cambiar unas circunstancias incambiables. Como cuidador de alguien con demencia vas a hacer frente a situaciones incontrolables. Actividades del día a día, como comer, bañarse o vestirse, pueden convertirse en fuentes de una gran frustración para ti. Comportamientos normalmente asociados a la demencia, cómo vagar o preguntar lo mismo en repetidas ocasiones, puede ser frustrante para el cuidador, pero son comportamientos incontrolables de personas con demencia. Desafortunadamente, no puedes simplemente cambiar esos comportamientos.

 

Cuando lidiamos con situaciones incontrolables, tienes que controlar una sola cosa: cómo respondes tú a esas circunstancias.

 

Para responder sin una extremada frustración necesitarás:

            1.- Aprender a reconocer las señales de frustración

            2.- Intervenir para calmarte físicamente

            3.- Cambiar tus pensamientos para reducir tu estrés

            4.-  Aprende a comunicarte asertivamente

            5.- Aprende a pedir ayuda

 

 

1.- Aprender a reconocer las señales de frustración

Sí puedes reconocer las señales de la frustración, puedes intervenir y reajustar tu humor antes de perder el control. Algunas de las señales más comunes de estrés son:

          Respiración entrecortada

          Un nudo en la garganta

          Calambres en el estómago

          Dolor en el pecho

          Dolores de cabeza

          Comer compulsivamente

          Consumir alcohol en exceso

          Fumar más

          Falta de paciencia

          Deseo de dejarlo todo

 

2.- Calmarte físicamente

Cuando empiezas a estar a alerta de las señales de frustración, puedes intervenir inmediatamente haciendo alguna actividad física que te haga calmarte. Esto te da tiempo a mirar la situación más objetivamente y elegir cómo responder con mucho más control.

Cuando sientes que te estás frustrando, intenta contar de 1 a 10 tranquilamente y haciendo unas respiraciones profundas. Si puedes vete a dar un paseo o a otra habitación donde puedas ordenar tus pensamiento. Es mejor dejar la situación por un momento que perder el control o reaccionar de una manera que luego lamentarás. Si piensas que alguien puede ofenderse porque te vayas de la habitación, puedes decirle que necesitas ir al baño. También puedes llamar a un amigo, rezar, meditar, cantar, escuchar música o tomar un baño. Intentar experimentar con diferentes respuestas para encontrar cual funciona mejor para ti y la persona que cuidas.

La práctica regular de técnicas de relajación también puede prepararte para las circunstancias más frustrantes. Si es posible, intenta este ejercicio de relajación al menos 10 minutos al día:

 

          Siéntate en una posición cómoda y en un lugar tranquilo. Toma respiraciones lentas y profundas y relaja la tensión de tu cuerpo. Mientras continuas respirando lenta y profundamente, puede que quieras imaginarte un lugar seguro y tranquilo, y repetir una palabra o frase que te tranquilice.

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